miércoles, 25 de junio de 2008

Aforismos ingleses

En unos días Casa del Tiempo publicará la traducción de una selección de aforismos que he pergennado en páginas de la literatura escrita en inglés.
Avanzo aquí unos cuantos sólo para abrir boca:

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El hombre –animal de creencias- nunca es tan veraz como cuando actúa un papel.
Hazlitt

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Tratad bien a los hombres y a las mujeres; tratadlos como si fueran reales. Quizás lo sean.
Emerson

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- Me pregunto qué placer obtendrán esos hombres que hacen de sí mismos unas bestias.
- Me pregunto, Señora mía, si podrá entender los incentivos de ese exceso: quien hace de sí mismo una bestia se libera del dolor de ser un hombre.
Dr. Johnson.

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Se requiere mucha altura de pensamiento para elevar la vida aunque sea un poco.
Emerson

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Nada nos parece más atroz que la razón, cuando no está de nuestro lado.
Halifax

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Pensamos tal como pensamos más que nada porque otros piensan así.
Samuel Butler

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Cuando la especulación llegue a su peor nivel, dos y dos seguirán siendo cuatro.
Dr. Johnson

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Por lo general, la esperanza es mala guía en el camino, pero es una estupenda compañera de viaje.
Halifax

martes, 24 de junio de 2008

De parto

Sólo se puede gritar así a la hora de morir. Pero doña Lupe podía aguantar un poco más de dolor:
- Puja, mija, puja. ¡Échale juerzas!

En algún momento había amanecido, y en algún otro el sol había llegado al mediodía. Concentrado en no flaquear yo no noté ninguno de los dos sucesos. Según la teoría de parteros yo debía dar apoyo, seguridad, confianza, aliento. Según doña Lupe:

- No. Usted ya no le hable porque se le van las juerzas. No le hable; que puje, que puje.

Según la teoría, esto sería un proceso de muchas horas más. Así sería, pero en algún momento la partera me llamó aparte dizque para darme una instrucción. En realidad sólo deseaba hacer presión: pretendía inyectar estimulante. Según la teoría los estimulantes no eran necesarios.

- ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema? –pregunté-. Dígame si todo está bien.

- Sí, sale porque sale. ¿Cómo no?... –y agregó en un tono de voz un poco más bajo- Pero quiere una inyección.

La gente de la región suele usar el verbo ‘quiere’ de las maneras más diversas. Digamos que con una tendencia animista: así que una planta no ‘necesita’ agua, sino que ‘quiere’ agua; un machete ‘quiere’ que le saquen filo; hasta una piedra también puede querer las cosas más curiosas.

- Quiere una inyección porque el niño está sufriendo.

- Pero usted acaba de decir que todo estaba bien…

- Sí, pero quiere una inyección.

No discutimos mucho. Después de pedirle razones y posibilidades, doña Lupe sólo insistía en la inyección y aludía a la inminencia del alumbramiento.

- Podemos llamar al ginecólogo. Subir al carro, manejar hasta la clínica del pueblo –dije ofreciendo opciones.

- ¿Y qué? ¿Quiere que el niño salga en el carro, en medio de un cerro?

- ¿Entonces, ya mero?

- Sí. Si ya ha coronado.

Como de costumbre, cada vez que usaba expresiones de su oficio, la partera hablaba firmemente y entonando con énfasis los términos técnicos, o las palabras que ella creía que describían exactamente su apreciación profesional. Como de costumbre, yo no entendí.

-…. entonces, ¿ya está saliendo?

- Sí. Si ya coronó, quiere una inyección.

Mi esposa y yo cedimos a la petición de la partera. Después de un asedio de horas contra nuestra negativa y nuestra tranquilidad, ya no teníamos recursos para negarnos a pesar de que sus direcciones nos parecían en contra de lo recomendado. A final de cuentas -tratábamos de animarnos- algo sabría de su oficio.

- Ahora puja, puja con juerzas.

Mi esposa casi se desmayó. Algo no parecía correcto. Según la teoría ella no debería desmayarse. Entre gritos y sudores le hablé para reanimarla, para rogarle que hiciera el último esfuerzo. Pero doña Lupe tenía sus propias opiniones:

- No ya no le hable, que puje.

- Si, espere… es que está mal… Se está desmayando –esgrimí una explicación.

- El bebé está sufriendo –dijo como el tono de la amenaza casi infantil.

- ¡Qué? –pregunté sorprendido por la nueva información.

- El bebé está sufriendo. Así que ahí ustedes saben… -agregó como el niño que retira sus canicas en el momento en que sabe que son más importantes para el juego.

- El nene está sufriendo –volvió a decir.

- Sí, espere… Ella está intentando. Realmente está intentando.

- Si algo le pasa al nene, entonces no es mi culpa –dijo encogiéndose de hombros y haciendo un puchero.

En un rancho retrepado entre los cerros, cerca de ningún lugar, la mujer que amaba podía morir, y yo sólo podía confiar en doña Lupe. Y a ésta lo único que le interesaba era abandonar del barco dejando repartidas las culpas.

- Yo ya dije, yo ya dije. Aaah, yoo-ya-di-je… -estiraba las vocales con énfasis, chupando las silabas de su cantaleta antes de dejarlas pasar entre los labios.

Por un momento se quedó callada sólo para aguijonear despué: “Si algo le pasa al nene, entonces no es mi culpa”, luego continuó con su estribillo “ yo ya dije”.

Dejé de oírla.

Si en algún momento pude haberme acordado de dios, de pedirle algo, de rogar que existiera, fue en ese. Pero estaba demasiado ocupado como para hacerlo.

Ese estado de la faena se prolongó por unos minutos o por siglos; todos hincados, con ojos irritados por el trabajo de parto de toda la noche, empapados de fluidos y sudores. De pronto una especie de segundo aire se hizo visible en el rostro de mi parturienta, sus músculos se tensaron y en dos o tres esfuerzos, la cabeza del bebé apareció claramente, saliendo de inmediato por completo. En unos segundos su cuerpecito entero surgió como un pescado triunfante.

La primera bocanada de aire de un recién nacido no es inmediata y, por unos instantes, el cuerpo inmóvil del bebé pareció el cumplimiento de los presagios de la bruja en que doña Lupe se había convertido. Yacía en posición fetal sobre los cobertores, la piel enrojecida y el cordón umbilical señalando el camino que había alcanzado a recorrer en el mundo. El silencio aterrador de ese momento señaló la verdad del cliché de las fracciones de segundo que se prolongan eternidades…
Al final estalló un llanto diminuto y con éste mis sollozos convulsivos.

Doña Lupe solo dijo:
- Ya ve. Faltaba juerza.


Rancho La Junta, Oax. 2/Sep/2002

lunes, 23 de junio de 2008

Día Uno

Hace algunos días que estoy muerto y confieso que el más allá se parece poco a los presentimientos. Un tipo que habitaba este rumbo de hace un par de anhos me dijo que hay que tomarla con calma: "esta es una lotería en la que no hay certezas - no sólo no sabremos si el destino nos elige, sino cuál de sus caprichos nos corresponde: un buen día uno se despierta y resulta que nos toca una reencarnación (a pesar de no haber tenido nada que ver, en toda la vida, con la India ni con su religión) o despertamos en los brazos de las huríes - nadie sabe qué creer y yo ya no creo en nada"...
Es por eso que en estos rumbos los conflictos religiosos se resuelven (quién lo hubiera pensado), no por el desencanto ateo, ni por el escepticismo científico; sino por la mera falta de confianza en dios (o en los dioses, pues el número de deidades es una de tantas dudas que compartimos en esta sala de espera)... Del tipo aquél, puedo decir que su sabiduría no era profunda pero sí muy certera: juzgado por el método católico, su tendencia a la maledicencia fue considerada blasfemia y hoy apacienta sus impaciencias en el purgatorio.

Dante y las gaviotas del otonho

Dante y las gaviotas del otonho