martes, 8 de julio de 2008

En vísperas del Viva Voce

A casi 4 años de mi llegada a Inglaterra paladeo la víspera de mi examen doctoral. Antes de venir, platicaba con Juliet sobre los miedos e inseguridades premonitorias que me provocaba la perspectiva de hacer en otra lengua un doctorado de estudios de literatura. Había una posibilidad que me atemorizaba: devenir una especie de idiota lingüístico (en una facultad dedicada al estudio y al cultivo del lenguaje literario).
Recuerdo que volverme un disléxico funcional fue un problema horrible en más de un sentido. No sólo porque la autoestima personal (y profesional dado el caso de mi perfil humanístico) se apoya en las relaciones que se establece con los otros a través del la lengua, también por el hecho más humano de las dificultades para hacer contacto con los otros -cuando la soltura en el lenguaje no forma parte de la ecuación, las relaciones sociales se constituyen en una carencia emotiva y cognitiva constante.
Al principio, mi competencia lingüística era una especie de juego intelectual en el que una fórmula lingüística en castellano tenía que trasladarse a coordenadas semejantes -o al menos aproximadas- del inglés. La operación no era siempre posible y hablaba yo a medias, vivía yo a medias, existía yo a medias. Debe decirse que la práctica aumenta las proporciones del ser y del vivir en otra lengua, pero son aproximaciones, traducciones de un otro lejano que nos habla con otros tonos y otros sabores.
No sé si todo eso describe mi experiencia de manera fiel, pero quisiera cerrar con una nota auto-gratificante: aunque mi formación en inglés ha sido mayoritariamente autodidacta (por lo cual me fue negada la beca de manutención Conacyt con el argumento burocrático inapelable de que carezco de un certificado oficial de inglés) estoy a punto de defender un examen doctoral. Y aquí viene la cereza del pastel: dos poetas británicos laureados (tres premios T. S. Eliot entre ambos) formarán parte del equipo de examinadores ante el que defenderé mi tesis este septiembre 2008. Deséenme suerte.

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Dante y las gaviotas del otonho

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