jueves, 3 de julio de 2008

Fútbol y brujería: el aprendiz y el Master

En el año 2007, compitiendo en un grupo de calificación relativamente fácil, Inglaterra se quedó fuera de la Eurocopa de futbol. La nación que ostenta el prestigio de haber inventado este deporte dejó su lugar a Rusia -que, a juicio de no pocos expertos, tenía una escuadra en la que difícilmente alguno de sus jugadores sería titular en caso de jugar para la selección inglesa. El director técnico inglés, Steve Maclaren fue despedido (con toda justicia) cargando en su haber un fracaso mayúsculo y vergonzosas derrotas contra Croacia, una de ellas en el recién reestrenado estadio de Wenbley.
Desde el principio de su gestión, sólo la decencia profesional de los medios ingleses impidió airear lo que la mayoría de los aficionados habían visto como la crónica de un fracaso anunciado: los hinchas ingleses temieron por su clasificación desde que un hombre gris, de sonrisa de administrador contable y labia de agente de ventas se encontró con la suerte de tener los destinos del equipo de la rosa en sus manos. A toro pasado, las causas a las que se atribuyó el fracaso fueron diversas: la falta de carisma y liderazgo de Maclaren, su falta de experiencia, su carácter timorato y complaciente y, por supuesto, su evidenciada carencia de inteligencia estratégica. La mayoría de tales causas participaba en la explicación.
Sin embargo, la contratación de Maclaren había sido hecha de acuerdo con una estrategia general planeada con antelación por la F. A. (el organismo rector de este deporte en Inglaterra). Casi diez años atrás la F. A. había contratado al sueco Sven Goran Erikcson para dirigir al equipo de la rubia Albión. Erickson era un manager con reputación internacional, elegido para cubrir la falta de experticia que aquejaba a los técnicos nativos. La segunda parte del plan era poner a un asistente con deseos de aprender, quien con el tiempo podría llegar a ocupar la posición de su mentor. Ese asistente fue Maclaren. La selección inglesa bajo el mando de Sven Goran hizo un papel decoroso en todas la competencias importantes, se esperaba que un observador cercano del proceso llegaría a dominar los mecanismos del proceso y, quizás, a ascenderlo a otro nivel. Pero a su turno, Maclaren se encargó de repetir sin mucho juicio las medidas que en circunstancias diferentes habían sido exitosas.
Aunque el fracaso de Maclaren demostró con creces la falla del experimento, la premisa no era del todo equivocada. La F. A. creyó que la conjunción de un maestro y de un aprendiz produce la transmisión del conocimiento. Esto es, ciertamente, plausible; por desgracia lo cierto es que no siempre ocurre así. Es lógico creer que los poseedores del conocimiento especializado tienen mucho qué enseñar; lo cierto es que no siempre saben cómo hacerlo –también parece razonable creer que hay cosas que se pueden aprender pero que difícilmente se pueden enseñar. Por otro lado, los que no saben tienen mucho qué aprender, pero su aprendizaje no siempre depende de su propia voluntad; a veces simplemente por falta de capacidad para aprender. En el mejor de los casos puede decirse que a la F. A. le falló una variable: consiguió al maestro, pero el aprendiz no era el adecuado.
La F. A. sabe que el fracaso de esa ocasión no deshecha la validez de la premisa. Un hombre con todavía mayor prestigio que Sven Erickson ha sido contratado para dirigir al equipo de la rosa: el italiano Fabio Capello. Capello ha hecho la magia de ganar nueve títulos en ligas europeas, es conocido por su carácter, su inteligencia estratégica, su falta de condescendencia con las opiniones de los poderosos pero poco informados medios de comunicación, su experiencia y, sobre todo, por su efectividad con los resultados –características tan echadas en falta en la gestión previa. El maestro ha llegado, la F. A. busca ahora a su aprendiz de brujo.

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